miércoles, 30 de noviembre de 2011

La razón indudable, los motivos dudosos

Para cuando quieras darte cuenta todo habrá pasado. Al pasado una mantita y un libro para pasar el invierno. Suceden los días como piedras del rio. Se mueven por la corriente pero pesan más que sienten. Recurrente cobardía esa de la que muchos presumen y de las que pocos o nadie tiene el control. A veces aparece y nos deja desnudos tras la vista de gente que no tiene ojos para ver. A veces no aparece. Y es ahí cuando el ser humano tiende a cometer el error de atreverse, en un mundo donde se castiga la valentía y se premia la sumisión.  Si perteneces a un grupo selecto de personas, te crees protegido, te crees que otros pensaran por ti. Resulta que al final con esa teoría en mente, nadie piensa por los demás. Porque en teoría, todo en teoría, pero en la práctica, nadie actúa. 
No es un rebaño, porque las ovejas no somos nosotros, son aquello que contamos con intención de que los sueños aparezcan antes, con prisa, como todo. Y los sueños, sueños son, como bien dijo Calderón de la Barca. 


Me he olvidado el paquete de tabaco en casa, en un cajón. Aun así hay humo suficiente en cada rincón de la calle. Pues no hay boca en la ciudad que no haya callado a otra, y que no haya vendido humo, que no haya comprado sexo. 

Yo haciendo honor a mis palabras que al fin y al cabo son reflejo de la ambigüedad de mis actos, he decidido premiar al valiente que consiga pensar por los demás. Aquel valiente que sin duda se mojaría los bajos de los pantalones por ser el primero en meterse en el agua de la playa, este invierno. Por cerciorarse de algo que ya sabe. El agua esta fría, y por eso allí no hay nadie.  Pero se moja el pantalón porque sabe que si él no lo hace, puede que nadie venga a advertirle. “está fría, mejor espere a que el sol comience a calentar.” De nadie, salvo el mismo. Es a ese valiente al que me refiero. Porque ya sabemos lo incomodo que es tener el pantalón mojado. Pesa más de lo que se siente.