domingo, 24 de enero de 2010

Pas cap.

Sinceramente, jamás me creí capaz de llevar a cabo tan extricta misión.
Condenada, atada, amordazada por mi propia mentira.
Pero me despierto. Cada mañana lo hago. Cada mañana me pregunto seriamente las consecuencias de no levantarme a la hora.
Al final, como haciendo otras tantas cosas, me acabo levantando mucho más tarde de lo previsto. Arriesgando cada paso que doy a lo largo de ese largo día.
Pretendería que fuese cuestión de días, permitiría que eso fuese así. Pero llevo ya un tiempo dandome cuenta de que o no es como lo imaginé o me he equivocado de comienzo, de despertar o incluso de hora.




Estoy sentada no mucho más lejos de lo que se considera según la distribución de la ciudad el centro de esta. Es decir, cerca de donde tú vives y quizás estes ahora, sentado, tumbado, bebiendo o fumando. Tampoco te lo puedo decir con exactitud.
Yo solo sé que tengo tantas cosas que hacer, tantas en las que pensar que me siento culpable cada vez que me hago las mismas preguntas. Porque el resultado de esas mismas y repetidas preguntas debería ser el cúmulo de horas de estudio. De suspense frente a los apuntes, frente al ordenador. El cual se extenderá sin más dilación hasta el día del examen.
Hace años, repito, hace años los profesores, los educadores, solían corregir esa afirmación.
Mañana tenemos el examen del tema de las fracciones. Bueno, examen no, control, una pruebecita.

¡Se acabó!

Se acabó como tantas otras cosas se acaban en esta vida. Como se me acaba la paciencia antes de comenzar el día. Como apagaré el ordenador al acabar este, grito. Porque no lo podría, en estos momentos de crítica desmesurada a todos y casi ningún aspecto de mi vida, calificar de otra manera. Se acabó como se me agotan las fuerzas. Antes al llegar a estas horas de la noche y topar con tales grados de tensión y calentura solia decir que no era más que días malos. Pero he crecido, ya soy mayor. Ya no tienes once años. Es eso.


A veces soñar, fantasear, ilusionarse, imaginar, idealizar, anhelar, ansiar, codiciar, desear e incluso soñar es obligatorio. Pero SOLO en esos casos.

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