domingo, 21 de marzo de 2010

conquistando tu lado de la cama, tres

No quiero ser más allá de todo lo que digo, pero ¿y si no digo todo lo que quiero?.

Esta mañana desperté desnuda, rodeada de una ropa que reconocí mía pero de la que no recordé haberme desprendido. Más allá de mi memoria, a mi lado, el desayuno. Esta vez no era una taza de café reciclado de la mañana de ayer. Era de máquina de hotel, recién hecho y con tostadas como acompañante. La mermelada no tardó en llegar. Dulce y apetitoso salió del baño, rodeado de una nube de vapor. Mojado aún su pelo, me preguntó y yo contesté. Era el acompañante de mi café. Me deje la vergüenza en mi sujetador, el pudor en las bragas y con ellos llego el sudor. Aún o se habían corrido las cortinas, quizás detrás de ellas nevara, aquí sin primavera y sin amor, el verano había llegado. Giró mi cara, contuve mis fuerzas. Tocó mi cuerpo sin dirección, me dijo: ven.
Pero sin habernos ido aún, estábamos deseando volver.
Se dejó llevar, lo tire hacia el otro lado de la cama, mi lado.
Yo no distinguía el vapor, con el sudor, el agua con mi saliva.
Sábanas blancas rociadas de ganas, mojadas por regresar.

Quedaban un par de horas para entrar a trabajar, ninguno de los dos apareceríamos con la misma ropa. Probablemente al final de los 120 minutos no quedarían ganas de volver a vestirnos, a lo mejor en ese tiempo ninguno pensó en después. Nos dejamos llevar.





Anoche la reunión fue bien. Tratamos todos los temas que quedaron pendientes en reuniones anteriores. Pero me temo que si sigo trabajando aquí, las noches de insomnio y café se van a repetir. Y tú serás mi acompañante.

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